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jueves, 12 de agosto de 2010

Las pruebas revelan la fe y el amor en el Carácter


Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo Este sello: Conoce el Señor a los que son suyos. (2 Timoteo 2: 19.)
La abnegación, el sacrificio propio, la benevolencia, la bondad, el amor, la paciencia, la fortaleza y la confianza cristiana son los frutos cotidianos que llevan aquellos que están realmente vinculados con Dios. Sus actos pueden no ser publicados al mundo, pero ellos están luchando todos los días contra el mal ganando preciosas victorias contra la tentación y el error.
Votos solemnes son renovados, y cumplidos por la fuerza obtenida mediante la oración fervorosa y la constante vigilancia.
La persona ardiente y entusiasta no discierne las luchas de estos obreros silenciosos; pero el ojo de Aquel que ve los secretos del corazón, nota y considera con aprobación todo esfuerzo realizado con humildad y mansedumbre. Es el tiempo de prueba el que revela el oro puro del amor y la fe en el carácter.
El celo perseverante y el afecto cálido de los verdaderos seguidores de Cristo se desarrollan cuando vienen sobre la iglesia pruebas y perplejidades . . .
El humilde de corazón, que diariamente ha sentido la impotencia de unir su alma con la Roca eterna, permanecerá incólume en medio de las tempestades de la prueba, porque no confió en si mismo. . .
Un hombre sano, que puede atender los trabajos comunes de la vida, y que va a sus tareas día tras día con espíritu alegre y con una vigorosa corriente de sangre que fluye por sus venas, no les llama la atención, a todas las personas con quienes se encuentra, sobre la buena salud de que disfruta. La salud y el vigor son condiciones naturales de su vida, y por lo tanto apenas tiene conciencia de que está gozando de tan rico don.
Tal ocurre con el hombre verdaderamente justo. Es inconsciente de su bondad y piedad. Los principios religiosos han llegado a ser la fuente de su vida y su conducta, y es tan natural para él llevar los frutos del Espíritu, como es para la higuera producir higos, o para el rosal dar rosas. Su naturaleza está tan completamente imbuida del amor por Dios y sus semejantes, que hace las obras de Cristo con un corazón voluntario.
Todos los que entran en la esfera de su influencia perciben la hermosura y la fragancia de la vida cristiana, mientras que él mismo es inconsciente de ella, puesto que está en armonía con sus hábitos y sus inclinaciones. Ora por luz divina, y le gusta vivir en armonía con esa luz. Su comida y su bebida es hacer la voluntad de su Padre celestial. Su vida está escondida con Cristo en Dios. La edificación del carácter, págs. 13-15. 76

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