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miércoles, 30 de septiembre de 2009

El papado aboga por un gobierno mundial



El 29 de junio de 2009 Benedicto XVI, jefe de la Iglesia Católica Romana, publicaba su tercera encíclica, Caritas in veritate (La caridad en la verdad), en la que aborda asuntos como la situación económica mundial y la gestión económica de los recursos.

Uno de los pasajes de la nueva encíclica que más ha llamado la atención ha sido el punto 67, en el que dice lo siguiente: «Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común, comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos. Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los diferentes foros internacionales. […] El desarrollo integral de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la globalización, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas» (negritas añadidas, también a lo largo del presente artículo).

La búsqueda de un gobierno mundial no es una novedad de nuestro tiempo. Desde la Antigüedad , la configuración de los grandes imperios ha supuesto un esfuerzo de someter extensos territorios (en ocasiones, todo el mundo conocido) bajo una dirección única. Pero nunca, hasta nuestros días, se habían dado las condiciones que hicieran posible el sueño de un gobierno global. Hoy, desde el punto de vista técnico la revolución de las telecomunicaciones permite una transmisión instantánea de decisiones en todo el mundo.. Desde el punto de vista político la humanidad parecería encontrarse, en principio, lejos de una eventual unidad política global, pero existen más tendencias unificadoras que nunca antes, a saber: tras la desaparición del bloque comunista, hegemonía mundial de una superpotencia (Estados Unidos) que sobrepasa en lo militar, lo político y lo cultural a cualquier otra; globalización e interdependencia económica entre países y grandes regiones; clamor ético mundial por un reparto más equitativo de los recursos (reflejado en lemas como “Otro mundo es posible” o “Somos la primera generación que puede acabar con la pobreza en el mundo”)…

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la que explícitamente hace referencia Ratzinger en su encíclica, dista mucho de ser un gobierno mundial. Pero es una estructura política compleja que puede servir de referencia o de fundamento para acciones globales; no en vano el Consejo de Seguridad de la ONU toma decisiones de alcance universal y larga proyección en el tiempo.

A favor de la ONU

El Vaticano siempre ha apoyado macroestructuras multilaterales como la ONU o la Unión Europea (ver Las “raíces cristianas” de Europa: una exigencia confesional). Respecto a la primera, Juan XXIII en su encíclica Pacem in terris expresó su deseo de que «llegue pronto el tiempo en que esta Organización pueda garantizar con eficacia los derechos del hombre» (nº 145). Juan Pablo II afirmó que la “Santa” Sede «ha sostenido decididamente, desde el principio, los ideales y objetivos de la Organización de las Naciones Unidas. La finalidad y modo de actuación, obviamente, son diversos, pero la común preocupación por la familia humana, abre constantemente a la Iglesia y a la ONU vastas áreas de colaboración. Que todo esto no parezca una utopía irrealizable. Es la hora de una nueva esperanza» (discurso ante la Asamblea General de la ONU , 5.10.95). Años después declaró: «Es preciso reconocer que la Organización de las Naciones Unidas, incluso con límites y retrasos debidos en gran parte al incumplimiento por parte de sus miembros, ha contribuido a promover notablemente el respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo, preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual construir la paz» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz , 8.12..03). Este papa fue quien repitió en diversas ocasiones que la ONU debía promover la “injerencia humanitaria” con intervenciones de tipo militar cuando «las poblaciones corren el riesgo de sucumbir a causa de los ataques de un agresor injusto» (discurso a los miembros del cuerpo diplomático acreditado ante la “Santa” Sede, 16.1.93).

En ese mismo pontificado, una fundación de la Misión Permanente del Vaticano ante la ONU entregó el premio «Sendero de la paz» a Kofi Annan, entonces secretario general de la ONU , momento en el que el galardonado describió a Juan Pablo II como «la voz más poderosa a favor de la paz, de la esperanza y de la justicia para millones de personas» (Zenit, 15.6.00). El cardenal Angelo Sodano, entonces secretario de Estado vaticano, afirmó que «la Santa Sede desea fervientemente que, al alba del tercer milenio, la ONU contribuya, por el bien de la humanidad, a construir una nueva civilización, la que ha sido llamada “civilización del amor”» (Zenit, 10.9.00). Según el secretario para las relaciones con los Estados de la “Santa” Sede, Giovanni Lajolo, «a pesar de sus límites, la ONU permanece como la institución política más válida, a nivel mundial, para circunscribir y limitar los focos de guerra y para favorecer la paz y el acuerdo entre los pueblos. Lo que hace de positivo, y es mucho, no es adecuadamente valorado, también porque de hecho no basta para hacer frente a los mayores flagelos de la humanidad» (Zenit, 25.6.04).

A raíz de la visita de Benedicto XVI a la ONU , su portavoz, Federico Lombardi, declaró que « la Iglesia contempla esta institución como una esperanza de paz y tiene el deseo de contribuir con su mensaje a facilitar las relaciones pacíficas. El hecho de que exista un observador permanente de la Santa Sede ante Naciones Unidas demuestra la atención, el respeto y la importancia que para el Vaticano tiene la ONU » (Periodista Digital, 17.3.08)

Contra el Nuevo Orden Mundial de la ONU

Pero la Iglesia Católica Romana (ICR) también ha expresado graves reservas ante la línea que, según ellos, predomina en el seno de la ONU. En 1996 el Vaticano anunció que retiraba su contribución anual a UNICEF, «por su política favorable al control de la natalidad y al aborto» (Aceprensa, 13.11.96). Aunque UNICEF ha negado repetidamente que contribuya a promover el aborto, las denuncias católicas han ido en aumento: el cardenal Juan Sandoval (ACI, 23.1.08), el cardenal Norberto Rivera (ACI, 22.7.08), el observador permanente ante la ONU Celestino Migliore (ACI/ReL, 3.4.09)…

El entonces cardenal Ratzinger, recurriendo a su característico discurso antiliberal, escribía antes de ser papa: «Ha habido intentos de construir el futuro bebiendo, de manera más o menos profunda, en las fuentes de las tradiciones liberales», intentos que estaban «asumiendo una configuración cada vez más definida, que toma el nombre de Nuevo Orden Mundial; encuentran expresión cada vez más evidente en la ONU y en sus Conferencias internacionales, en especial en las de El Cairo y Pekín, en sus propuestas de vías para llegar a condiciones de vida diversas, dejar transparentar una verdadera y propia filosofía del hombre nuevo y del mundo nuevo.. La peculiaridad de esta nueva antropología, que debería constituir la base del Nuevo Orden Mundial, resulta evidente sobre todo en la imagen de la mujer, en la ideología del “Women's empowerment” (la autorrealización de las mujeres), nacida de la Conferencia de Pekín» (Avvenire, 15.9.00, reproducido por Zenit).

Quizá el principal portavoz de estas alarmas contra el Nuevo Orden Mundial (cada vez más difundidas) sea Michel Schooyans, profesor emérito de la Universidad de Lovaina y consultor del Vaticano.. Este intelectual defiende la tradición jurídica de la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos (1776), la Constitución de los Estados Unidos (1787), la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de Francia (1789), “olvidando”, por cierto, que, cuando fueron promulgadas, el papado condenó y combatió estos textos y sus valores con todas sus fuerzas. Schooyans denuncia que «la ONU hoy en día se está comportando como una superpotencia global, transnacional» que pretende someter los códigos nacionales a «un poder piramidal», siguiendo los dictados de una «trama de voluntades que se aglomeran en las Naciones Unidas, apoyadas por numerosas ONGs, y también por algunas sociedades secretas, como la masonería» (Zenit, 23.12.08; ver un análisis de sus argumentos en Globalización, Nueva Era y religión).

El Vaticano maniobra en este asunto según su peculiar Principio de Sí Contradicción: la denuncia de la naturaleza relativista de la ONU , por un lado, y la defensa, incluso colaboración, con esta organización. Por eso desde la jerarquía se emiten mensajes que buscan conciliar ambas posiciones, como el del cardenal Stafford: «Todavía no ha llegado el momento de decir que debemos desechar el apoyo de la Iglesia a las Naciones Unidas sobre la base de las posturas morales que está adoptando sobre los temas de la familia, el matrimonio y la vida»; no en vano, según él, «vivimos en un mundo en que la única autoridad importante reconocida internacionalmente es la ONU » (Zenit, 3.5.04).

Cuando en diciembre de 2007 la prensa publicó que el papa estaba en contra de la ONU por su relativismo moral, el portavoz Lombardi desautorizó esa interpretación: «El Papa había afirmado textualmente que “las discusiones internacionales con frecuencia se caracterizan por una lógica relativista”, pero, a diferencia de lo que se ha escrito, no había atacado a la ONU ni había dicho que esté “dominada” por el relativismo moral», y añadió que «Benedicto XVI, al igual que sus predecesores, es perfectamente consciente de la importancia de las Naciones Unidas para la paz y para la defensa de los derechos humanos» (Zenit, 3.12.07).

El estatus del Vaticano en la ONU

La “Santa” Sede no es un miembro de las Naciones Unidas a pleno título, pero tampoco es una agencia consultora más, sino que desde 1964 goza del estatus especial de “observador permanente”. Desde que Suiza pasó a ser miembro, es el único estado con esa condición, que le permite tomar la palabra en los foros convocados por la ONU , pero no le da capacidad de voto. A su vez, el estado papal es miembro a pleno título en varios cuerpos subsidiarios de las Naciones Unidas, como la comisión para los refugiados.

El año 2000 cientos de organizaciones no gubernamentales de todo el mundo y miles de individuos a título personal se sumaron a una campaña lanzada en Estados Unidos por el grupo partidario del aborto Catholics for a Free Choice (Católicos por el Derecho a Decidir) para privar a la “Santa” Sede de sus privilegios como observador permanente en Naciones Unidas, de modo que su estatus se equipare al de otras comunidades y organizaciones no gubernamentales (El País, 13.2.00). Sin embargo en 2004 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó con el voto unánime de sus 191 miembros una resolución que refuerza el papel y las competencias de la Santa Sede en la ONU , manteniendo su estatuto de “observador permanente” y aumentado sus prerrogativas y posibilidades de intervención (Zenit, 2.7.04).

Según el cardenal Angelo Sodano, «la soberanía pontificia en el campo internacional no está determinada por su poder temporal», pues «la Santa Sede se enmarca dentro del ordenamiento internacional según su propio carácter espiritual» (Zenit, 21.9.03). De acuerdo con esto, el papado recibe un reconocimiento netamente político por su naturaleza supuestamente no política; además, siguiendo ese criterio, otras organizaciones sociales o religiosas deberían recibir un tratamiento semejante. El vaticanista Sandro Magister, firme defensor de este estatus, explica las razones verdaderas: «El elemento más fuerte que juega para confirmar el reconocimiento de la Santa Sede como personalidad jurídica internacional que la asimila a un estado es la red de relaciones diplomáticas bilaterales que ella mantiene» (Misión imposible: expulsar a la Santa Sede de la ONU, Chiesa, 21.8.07); es decir, su poder temporal.

En este asunto se puede observar una de las características jugadas maestras del papado: alegar alternativamente su naturaleza “espiritual” o política, en función de sus intereses. O algo más difícil todavía: alegar simultáneamente ambas razones, pero a la vez haciendo parecer que son excluyentes. De este modo siempre podrá mantener cierta distancia ante las decisiones y la naturaleza de la ONU (tan denostadas por medios papales), y a la vez influir decisivamente en su funcionamiento. Las palabras del observador Celestino Migliore reflejan muy bien ese hábil juego de equilibrios: « La Santa Sede tiene los requisitos definidos por el Estatuto de la ONU para ser Estado miembro y, si en el futuro quisiera serlo, esta resolución no le impediría pedirlo» (Zenit, 2.7.04).

Según Sodano, «en el desempeño de su labor “diplomática” […] los representantes de la Iglesia persiguen dos objetivos: la tutela y la promoción del legítimo bien de la Iglesia y el servicio a todos los hombres y a todos los pueblos, prescindiendo de su fe religiosa» (Zenit, 21.9.03). El orden de prioridades es obvio; también lo es que el segundo objetivo queda sometido al primero.

Hay otros argumentos contradictorios alegados por el papado. El jefe de la diplomacia vaticana, Dominique Mamberti, explica: «Con la desaparición de los Estados Pontificios se ha hecho siempre más claro que la personalidad jurídica internacional de la Santa Sede es independiente del criterio de la soberanía territorial» (Chiesa, 21.8.07). En primer lugar, hay que precisar que la “Santa” Sede sí gobierna sobre un territorio soberano, la Ciudad del Vaticano (gracias a otra obra maestra de cálculo político: los Pactos de Letrán de Pío XI con Mussolini). Pero Mamberti minimiza este hecho para defender el estatus privilegiado en la ONU , cuando en realidad el razonamiento debería volverse en contra suya: obviamente, si una entidad no tiene soberanía territorial, difícilmente podría considerarse un estado y, por tanto, no debería tener un puesto en la ONU.

Según Mamberti, «detrás de esa invitación a reducirse a ONG, aparte de la incomprensión del estatus jurídico de la Santa Sede , hay también probablemente una visión reductiva de su misión, que no es sectorial o ligada a intereses particulares, sino universal y comprensiva de todas las dimensiones del hombre y de la humanidad». Como hemos visto, la Asamblea General de la ONU ha asumido esta visión “altruista” y “desinteresada” que la superpotencia papal predica sobre sí misma. Los propios representantes papales no tienen empacho en destacar la naturaleza, no sólo ya espiritual, sino abiertamente confesional, de sus objetivos: «Al desarrollar el propio rol internacional, la Santa Sede está siempre al servicio de la salvación integral del hombre, según el mandato recibido de Cristo ¡No sorprende que alguien busque de disminuir el eco de su voz!», dice Mamberti (ibíd.)

Autoridad moral mundial

Continuamente los jerarcas católicos romanos exponen implícitamente su pretensión de dirigir la política mundial. Juan Pablo II se dirigió en estos términos a la Asamblea General de las Naciones Unidas el 5 de octubre de 1995: «Estoy ante ustedes, al igual que mi predecesor el Papa Pablo VI hace exactamente treinta años, no como uno que tiene poder temporal -son palabras suyas- ni como un líder religioso que invoca especiales privilegios para su comunidad. Estoy aquí ante ustedes como un testigo: testigo de la dignidad del hombre, testigo de esperanza, testigo de la convicción de que el destino de cada nación está en las manos de la Providencia misericordiosa». Este político, que no fue elegido democráticamente, que ostentaba la jefatura de un estado absoluto y teocratista sin separación de poderes y que dominaba una iglesia organizada de forma piramidal, afirma que representa, no a sí mismo ni a su iglesia, sino las aspiraciones más elevadas de la humanidad. Su pretensión de supremacía es tal que, para defender su legitimidad, apela a la historia y a los dogmas de su iglesia, presentándose como aval de sí mismo (según sus palabras, es “testigo” de una “convicción” que atañe a la voluntad de Dios). Pero es obvio que no lo dice como cualquier otro creyente podría decirlo (p. ej., un lector de la Escritura , en la que se afirma esa misma idea sobre el destino de cada nación), sino como un testigo privilegiado, es decir: el Testigo por excelencia.

El mismo planteamiento subyace en las palabras de Renato Martino, presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz : la “Santa” Sede «no es una fuerza política en el sentido ordinario de la palabra, sino una fuerza de orden moral», circunstancia «que le confiere idoneidad para actuar en la escena internacional» (Zenit, 2.9.03). Una idoneidad autootorgada, nuevamente.

Cuando el propio Juan Pablo II afirmaba que «la Iglesia no pretende usurpar tareas y prerrogativas del poder político; pero sabe que debe ofrecer también a la política su contribución específica de inspiración y de orientación sobre los grandes valores morales», estaba implícitamente diciendo que los poderes políticos deben aceptar esa contribución. Con sutileza pero con firmeza, expone sus pretensiones: «La imperiosa distinción entre Iglesia y poderes públicos no debe hacer olvidar que tanto la una como los otros se dirigen al hombre; y la Iglesia “experta en humanidad”, no puede renunciar a inspirar las actividades políticas para orientarlas al bien común de la sociedad» (Zenit, 26.11.02; destacados añadidos). ¿Quién determina cuál es el bien común? ¿Concibe el papa que la comunidad internacional renuncie a ser inspirada por esa entidad tan experta?

Jean-Louis Tauran, el entonces secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, expresaba la pretensión última «de la presencia de la Santa Sede en la comunidad de las Naciones: ¡ser la voz que la conciencia humana espera!». Ante semejante osadía, Tauran señala que sus objetivos no encierran vanagloria, «sino sólo la humilde conciencia de estar siempre al servicio del hombre, iluminando las circunstancias históricas con la luz sobrenatural, según la específica competencia religiosa y moral propia de toda actividad eclesial» (Zenit, 30.6.03). Poco humilde puede ser quien predica la humildad sobre sí mismo… Y lo hace al tiempo que se declara portador de “la luz sobrenatural”.

Como las políticas sociales de la ONU están orientadas en una línea que el Vaticano desaprueba, se considera que esta organización invade terrenos que no le son legítimos. « La ONU se creó por razones de seguridad y defensa, no para marcar la agenda social», declara Austin Ruse, presidente del Instituto Católico para los Derechos Humanos. «No creo en la legitimidad de la ONU para plantear determinados temas; en realidad creo que hay muy pocas instituciones internacionales con legitimidad, por ejemplo, la Iglesia Católica » (ACI, 29.9.07). Es decir, que se rechaza la legitimidad de la ONU de imponer una ética global, pero se considera ideal el liderazgo de la ICR en la misma esfera.

El modelo político global del Vaticano

A la luz de estas pretensiones de supremacía moral (que la “comunidad internacional” y la ONU reconocen al papado una y otra vez), se entiende mejor la solicitud de Benedicto XVI de establecer una Autoridad política mundial. Una propuesta que en absoluto es nueva: no sólo ha sido formulada en esos términos desde Juan XXIII, sino que responde a la pretensión de supremacía universal que el papado se asigna a sí mismo desde la Edad Media , y que en cada época histórica ha pretendido establecer (y en gran medida lo ha conseguido) teniendo en cuenta las circunstancias políticas correspondientes.

¿Cuál sería el programa en el contexto mundial actual? Según la jerarquía católica, la ONU ha de desempeñar un papel importante. Juan Pablo II dijo: «No sorprende que Juan XXIII mirara con gran esperanza hacia la Organización de las Naciones Unidas», como «un instrumento válido para mantener y reforzar la paz en el mundo. Justamente por esto expresó un particular aprecio por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948, considerándola “un primer paso introductorio para el establecimiento de una constitución jurídica y política de todos los pueblos del mundo”». Y añade: «Es importante evitar tergiversaciones: aquí no se quiere aludir a la constitución de un superestado global. Más bien se piensa subrayar la urgencia de acelerar los procesos ya en acto para responder a la casi universal pregunta sobre modos democráticos en el ejercicio de la autoridad política, sea nacional o internacional». Finalmente, el papa ponía su mira en un punto clave del planeta: «Quizás no hay otro lugar en el que se vea con igual claridad la necesidad de un uso correcto de la autoridad política, como en la dramática situación de Oriente Medio y de Tierra Santa» (Zenit, 17.12.02; ver “Tierra Santa”)

Precisamente con motivo del golpe de estado planetario que dio inicio a la guerra de Irak, el arzobispo Martino consideraba que es «más necesaria que nunca una autoridad mundial que asegure la paz y promueva el desarrollo de los pueblos». Y añadió que «la situación de crisis de la ONU causada por la guerra en Irak no contradice sino que refuerza la petición de la Pacem in Terris sobre una autoridad política mundial», insistiendo en que «la ONU no es un superestado», sino más bien «el camino obligado de la civilización moderna y de la paz mundial». Según él, «es el momento de construir una ingeniería constitucional de la humanidad para que las Naciones Unidas puedan desarrollar su papel insustituible» (Zenit, 11.4.03).

En diciembre de 2003, ya como cardenal, Martino afirmaba que Juan Pablo II considera «la institución de la ONU uno de los frutos más relevantes del derecho internacional», si bien «el debido reconocimiento a la ONU está acompañado por la invitación a una reforma que capacite a la Organización de las Naciones Unidas para funcionar eficazmente en la consecución de sus propios objetivos estatutarios, todavía válidos» (ACI, 16.12.03).

El mismo cardenal Martino precisa que la reforma solicitada en la presente encíclica de Benedicto XVI incluiría, entre otras cosas, el «principio de la injerencia humanitaria», es decir, la intervención militar de la “comunidad internacional” en un país o región alegando principios éticos (Zenit, 7.7.09). Es significativo que esta injerencia se conciba en función del principio de subsidiariedad: según el representante vaticano ante las Naciones Unidas, Celestino Migliore, «cuando un determinado Estado no demuestra la voluntad y/o la capacidad de asegurar tal protección [de los derechos humanos], la comunidad internacional debe subsidiariamente hacerse cargo, recurriendo a la modalidad pacífica prevista en el derecho internacional». Claro que «en casos extremos, puede valerse del uso de la fuerza a través de las fórmulas y dictámenes del capítulo 7 de la carta de la ONU » (Zenit, 24.9.09), algo que concuerda con la doctrina católica de la “guerra justa”.

El principio de subsidiariedad, vinculado al pensamiento organicista medieval, es uno de los soportes fundamentales de la doctrina política papal; según él, «una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común» (Juan Pablo II, Centesimus annus, 48; ver también Caritas in veritate, 57-58). Como señala Edwin Cook en su artículo Gaining the Upper Hand, este principio ofrece algunos beneficios, como la limitación de un abuso en las pretensiones de soberanía del estado, la restricción de una visión radicalmente nacionalista, o el enfoque personalista que resalta la dignidad inherente a cada ser humano. Pero, a su vez, presenta algunos peligros: mediante él, la Iglesia Católica Romana reclama el control de las áreas que tradicionalmente ha considerado propias de su ámbito de actuación. «El estado está obligado a asistir a las organizaciones inferiores a cumplir su misión, en ámbitos en los que tal asistencia pueda a veces concretarse en sostenimiento financiero. En términos simplistas, en la lucha por el poder cesaropapista, la subsidiariedad ofrece el control a la iglesia».

La reforma de la ONU debería hacerse, según el papado, de acuerdo con la cosmovisión de la Iglesia Católica Romana. Según el cardenal Tauran, la ONU debería dejar de ser un centro administrativo para convertirse en «un centro moral donde todas las naciones se sientan en casa» (Zenit, 15.1.04). Benedicto XVI lo ha expresado en términos organicistas: «Una familia vive en paz cuando todos sus miembros se ajustan a una norma común: esto es lo que impide el individualismo egoísta y lo que mantiene unidos a todos, favoreciendo su coexistencia armoniosa y la laboriosidad orgánica». Para que las leyes internacionales «sean verdaderamente eficaces es preciso remontarse a la norma moral natural como base de la norma jurídica, de lo contrario ésta queda a merced de consensos frágiles y provisionales» (Zenit, 11.12.07). Uno de los ejes ideológicos del pontificado de Benedicto XVI es precisamente la reivindicación de la supuesta “ley natural”, cuyo intérprete último debe ser el propio papado (ver El falso Dios y la “ley natural”).

La actual situación de crisis mundial (citada en Caritas in veritate) sirve de motivo a la ICR para intensificar su solicitud de una reorganización del gobierno mundial. El arzobispo brasileño Walmor Oliveira considera que la Iglesia Católica señala «una luz en este momento crítico de crisis mundial». Según él, «es necesario beber en una fuente más limpia y verdadera en la búsqueda del nuevo camino para las instituciones y para la vida de todos» (Zenit, 3.11.08).

El programa papal contempla a la humanidad entera como un organismo con vocación de unidad, santificado por la mediación sacerdotal del papa y la acción sacramental de “ la Iglesia ”. Según el cardenal Antonio Cañizares, el oficio principal del papa es conseguir «que la humanidad entera ofrezca a Dios el verdadero culto en espíritu y verdad, en adoración verdadera, donde está la gloria y la grandeza, y el futuro de la humanidad» (ACI, 10.12.08). Como advierte José Antonio Eguren, presidente de la Comisión de Vida, Familia e Infancia de la Conferencia Episcopal Peruana: « La UNICEF y la Organización Panamericana de la Salud parecen no entender que somos apóstoles y no meros trabajadores sociales. Nosotros trasmitimos al Señor de la Vida en cada obra social que hacemos» (ACI/ReL, 14.4.09). No sólo exponen la dimensión confesional de su labor “desinteresada”, sino que exigen que se le reconozca públicamente su carácter privilegiado y diferencial. El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano, muestra claramente estas pretensiones supremacistas: «La doctrina social de la Iglesia no se debe considerar una teoría ética más entre las muchas que ya existen, sino una “gramática común” a todas ellas, porque está fundada en un punto de vista específico: interesarse por el bien humano» (Zenit, 1.8.09)

El objetivo es, según Juan Pablo II, «establecer un nuevo sistema de relaciones en la sociedad humana, bajo la enseñanza y el apoyo de la verdad, la justicia, el amor y la libertad» (Zenit, 17.12.02). ¿Qué verdad? No puede ser otra: la que define la Iglesia Romana. Su pretensión no es luchar por la igualdad de derechos de las personas independientemente de sus creencias, sino que el mundo se gobierne según “la verdad”. El documento Dignitatis Humanae del Concilio Vaticano II expone que la libertad religiosa «consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana; y esto, de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos» (n. 2); ahora bien, este derecho va precedido de un deber: «Todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla» (n. 1; destacados añadidos).

La encíclica Centesimus annus de Juan Pablo II expone claramente el sentido restringido y antiliberal con que la doctrina romana entiende el concepto de libertad: « La Iglesia […], al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como método propio el respeto de la libertad. La libertad, no obstante, es valorizada en pleno solamente por la aceptación de la verdad» (n. 46). El Catecismo de la Iglesia Católica también insiste en someter la libertad a “la verdad”: «El derecho a la libertad religiosa no es ni la permisión moral de adherirse al error, ni un supuesto derecho al error, sino un derecho natural de la persona humana a la libertad civil, es decir, a la inmunidad de coacción exterior, en los justos límites, en materia religiosa por parte del poder político» (n. 2108). Obsérvese que se contemplan unos límites a la libertad religiosa. ¿Quién habría de definirlos, sino ellos?

Caritas in veritate también sugiere que no todas las religiones deben ser tratadas políticamente del mismo modo: «La libertad religiosa no significa indiferentismo religioso y no comporta que todas las religiones sean iguales. El discernimiento sobre la contribución de las culturas y de las religiones es necesario para la construcción de la comunidad social en el respeto del bien común, sobre todo para quien ejerce el poder político. Dicho discernimiento deberá basarse en el criterio de la caridad y de la verdad. […] El criterio para evaluar las culturas y las religiones es también “todo el hombre y todos los hombres”. El cristianismo, religión del “Dios que tiene un rostro humano, lleva en sí mismo un criterio similar» (n. 55). Es decir, una confesión religiosa concreta (casualmente, la suya, identificada erróneamente con el cristianismo) establece el criterio por el cual deben tratarse políticamente, y en concreto en relación con la libertad religiosa, a todas las demás confesiones y creencias (ver ¿Reciprocidad o libertad religiosa?).

El Nuevo Orden Mundial del papado

Tal y como denuncia la ICR , la ONU (el presidente de cuya Asamblea General, por cierto, es un sacerdote suspendido por el Vaticano, Miguel D'Escoto) está hoy en día fuertemente influida por corrientes ideológicas como el sincretismo religioso, la Nueva Era , el abortismo, el ecologismo cuasi esotérico y otros movimientos afines, que promueven la eclosión de un Nuevo Orden Mundial y una nueva humanidad. La jerarquía católica ataca verbalmente a estas corrientes relativistas, y frente a ellas el papado se erige en autoridad moral universal, garante de los derechos fundamentales de la persona tal y como se reflejan en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Ahora bien, a pesar del aparente enfrentamiento, no hay que subestimar el papel de estas corrientes nuevaeristas en conjunción con la propia Iglesia Católica: pese al discurso combativo, en el seno de la propia estructura vaticana existen realidades esotéricas (ver Ángeles y demonios); junto a los planteamientos exclusivistas, hay categorías sincretistas (ver Ecumenismo humanista); paralelamente a las diatribas antimasónicas, contemplamos gestos altamente significativos, como la visita de Benedicto XVI (al igual que hicieron Pablo VI y Juan Pablo II) a la sala de meditación de las Naciones Unidas, diseñada según criterios esotérico-masónicos (ver La sala de la meditacion de las Naciones Unidas, primer Templo de la New Age).

Es difícil concebir que la actual ONU vaya a convertirse en un gobierno mundial. Desde el punto de vista operativo, y en cuanto a su propio prestigio, es una institución relativamente débil en comparación con las dos principales superpotencias del mundo, las que configuran el Eje Washington-Vaticano. Pero sí que podría formar parte de las herramientas con que ambas extiendan su dominio global. Por un lado, la política mundial efectiva pasa por la voluntad de Estados Unidos (que, por ejemplo, decidió llevar la guerra a Irak en 2003 contra el criterio del Consejo de Seguridad); la gran superpotencia, principal contribuyente financiero de la institución, posee además la capacidad de estrangular económica y políticamente el margen de actuación de la ONU. Ahora bien, sí que resulta factible que ante una situación de alarma mundial las líneas de acción de esta superpotencia confluyan con las de otros poderes, y se alcance un consenso global sobre cuestiones consideradas urgentes y decisivas. Si además en ese momento Estados Unidos estuviera gobernado por un presidente carismático, en la práctica puede llegar a existir algo parecido a un gobierno mundial ampliamente aceptado por la mayoría.

Por otro lado, el liderazgo político es claramente insuficiente. Todas las corrientes favorables a la globalización (tanto si son “del sistema” como si son “alternativas”) apelan a valores éticos y más elevados. En la encíclica, Benedicto XVI propone «que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral». Salta a la vista que la “Autoridad política mundial” a la que se refiere el papa ha de ser una institución estrechamente vinculada al propio papado.

El contexto actual de crisis económica mundial, unido al temor al terrorismo, a la inseguridad política, a los conflictos de Oriente Próximo y al desequilibrio medioambiental, ofrece las condiciones para implantar una “Autoridad política mundial”, ampliamente aceptada por su carisma, eficacia y prestigio moral. El principal elemento ideológico que comparten los modelos de globalización más destacados es la convicción de que la humanidad no sólo puede, sino que va a lograr construir un mundo mejor (ver ¿Fin del optimismo humanista?). Este horizonte utópico, aunque concebido de formas diversas, es común a la Nueva Era, al humanismo solidario de la globalización alternativa, a los restos de la izquierda revolucionaria, al pseudomesianismo imperialista y pragmático de Bush-Obama y a la propia escatología católica. En la propia Caritas in veritate, Ratzinger expone esta visión intramundana cuando habla de «la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana» (n. 7).

Frente a esta utopía, la visión genuinamente cristiana de la historia, tal como la explicó el propio Jesús, predice una deriva del mundo hacia el caos mundial, la angustia y el totalitarismo (ver Mateo 24).. Según Pablo, se manifestará «el hombre de pecado […] que se sienta en el templo de Dios como Dios» (ver Tesalonicenses 2). Ahora bien, todo esto no son más que señales, a las que hay que estar atento (versículos 32-33), de que el fin «está cerca, a las puertas», y por tanto también la liberación: «El día del Señor vendrá como un ladrón en la noche. Cuando digan: “¡Paz y seguridad!”, entonces vendrá sobre ellos repentina destrucción» (1 Tesalonicenses 5: 2, 3). Tras el surgimiento de falsos cristos, el Hijo del Hombre aparecerá en el cielo y «enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos» (vers. 30-31). Entonces Dios establecerá «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Apocalipsis 21: 1).
Para escribir al autor: guillermosanchez@laexcepcion..com

jueves, 24 de septiembre de 2009

España: Cumbre ecuménica en Córdoba. Reunión entre la Iglesa Católica y el Consejo Mundial de las Iglesias

CÓRDOBA, miércoles, 23 septiembre 2009 (ZENIT.org).- Por primera vez se celebrará en Córdoba, España, los próximos 12 al 19 de octubre, la sesión de trabajo del Grupo Mixto (GMT) entre la Iglesia Católica y el Consejo Mundial de las Iglesias.

EL Grupo Mixto de Trabajo (GMT) entre la Iglesia Católica y el Consejo Mundial de las Iglesias -informa la Diócesis de Córdoba--, fue creado el mismo año que era clausurado el Concilio Vaticano II, 1965. Es un organismo oficial consultivo para el diálogo ecuménico, en la modalidad de multilateral, que fomenta, evalúa y sostiene la colaboración entre el Consejo Mundial de Iglesias y la Iglesia Católica.

Según el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, "entre sus funciones principales está el discernimiento de la situación ecuménica actual y la aportación de reflexiones concretas mediante estudios específicos".

Integran actualmente el GMT unos 36 miembros de los cinco continentes, católicos ortodoxos, protestantes, anglicanos y pertenecientes a iglesias libres.

El Grupo continuará en Córdoba la elaboración de dos estudios acerca de la recepción de los diálogos ecuménicos y las raíces espirituales del ecumenismo, y otros temas relacionados con la participación de las nuevas generaciones en el movimiento ecuménico y las implicaciones ecuménicas del fenómeno mundial de la migración.

La presidencia corresponde al metropolita Nifón de Targoviste (Patriarcado de Rumanía) y monseñor Diarmuid Martín, arzobispo de Dublín (Irlanda). Entre los miembros católicos, estará presente el obispo Brian Farrell L.C., secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.

La Iglesia de Córdoba, en la persona de monseñor Juan José Asenjo, arzobispo coadjutor de Sevilla y administrador apostólico de Córdoba, ha expresado la bienvenida a los participantes en el encuentro plenario del GMT,acoge "con entrañable afecto fraternal", y agradece "el acuerdo de celebrar en nuestra ciudad este encuentro ecuménico de alto nivel".

Las sesiones de trabajo tendrán lugar en la Casa de Espiritualidad de San Antonio. También habrá un tiempo para que los participantes puedan conocer la Iglesia de Córdoba y su ciudad.

Entre los actos programados están, el 15 de octubre, a las 12 horas, recepción del arzobispo Juan José Asenjo. A las 13 horas, recepción oficial en el Alcázar de los Reyes Cristianos, por el alcalde de Córdoba. A las 16 horas, visita guiada a la Santa Iglesia Catedral (antigua mezquita) y a la Córdoba monumental.

El 16 de octubre, a las 18,30, visita al Centro Ecuménico "Testamentum Domini" de Córdoba. A las 19,30, celebración ecuménica en el templo parroquial de la Inmaculada y San Alberto Magno. A las 21, cena fraternal en el Palacio de Viana.

El 18 de octubre, celebración de la Eucaristía en la Iglesia Catedral, presidida por monseñor Brian Farrell. A las 11,30, participación en el culto dominical de los cristianos evangélicos, en la Iglesia Evangélica Bautista de Córdoba.

martes, 22 de septiembre de 2009

EEUU impulsa nuevo orden económico mundial en cumbre G-20

lunes 21 de septiembre de 2009 19:34 GYT
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Por Alister Bull

WASHINGTON (Reuters) - Estados Unidos quiere que los líderes mundiales acuerden esta semana el lanzamiento de una gran reformulación de la economía mundial en noviembre, mientras intentan enderezar la economía global luego de que casi colapsara.

Los documentos que destacan la posición de Estados Unidos antes de la cumbre del Grupo de los 20 en Pittsburgh el 24 y 25 de septiembre indican que los exportadores, que incluyen a China, Alemania y Japón deberían consumir más mientras que deudores como Estados Unidos deberán fortalecer sus ahorros.

"El mundo enfrentará un crecimiento débil si los ajustes en una parte de la economía global no son igualados por ajustes compensatorios en otras partes de la economía global", dijo el documento obtenido por Reuters.

El presidente Barack Obama, eliminando el tacto diplomático, esbozó claramente el caso para los cambios que se requieren.

"No podemos regresar a la era donde los chinos o los alemanes y otros países sencillamente nos venden de todo a nosotros, estamos asumiendo una montaña de deuda de tarjetas de crédito o préstamos por valorización de viviendas, pero no le vendemos nada a ellos", dijo el domingo.

El marco de trabajo propuesto por funcionarios de política estadounidense prevé un "cándido, imparcial y balanceado análisis" de las políticas económicas de los miembros del G-20 por parte del Fondo Monetario Internacional para determinar si son consistentes con un crecimiento equilibrado.

"Instamos a nuestros ministros de Finanzas a lanzar un nuevo marco de trabajo para noviembre", dijo el documento, apuntando a un esfuerzo determinado para mantener el impulso y el momento para los cambios creados tras la crisis financiera global del año pasado.

Los ministros de Finanzas y banqueros centrales de los países del G-20 tienen previsto reunirse el 7 y 8 de noviembre en Escocia.

El FMI jugará un papel central en este proceso de "evaluaciones mutuas", haciendo recomendaciones de política al G-20 cada seis meses en base a los acontecimientos económicos globales y en los patrones emergentes de la demanda.

Desde que comenzó la crisis el pasado septiembre, se ha inyectado dinero de los contribuyentes por el orden de los 5 billones de dólares a la economía mundial para evitar un colapso.

Líderes del G-20 mantendrán el ritmo de estímulo mientras admiten que en algún momento tendrán que desactivarlo, dijo el documento.

Pero conscientes de que un desordenado apresuramiento para subir las tasas de interés podría descarrilar nuevamente los mercados mundiales, pedirán también a los ministros de Finanzas elaborar una estrategia de salida "transparente y creíble".

No hubo detalles sobre cómo alcanzar esto en la práctica, pero el documento se hizo eco de la cautela que expresaron los ministros de Finanzas del G-20 en su encuentro de Londres anteriormente este mes, reconociendo que el ritmo de cambios variaría entre los países.

"La escala, momento y secuencia de este proceso variará a lo largo de los países y a lo largo del tipo de medidas de política", indicó el documento.

El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, dijo el lunes que persuadir a Europa, Estados Unidos y China a aceptar el consejo del Fondo Monetario Internacional sobre políticas económicas podría ser difícil.

En el pasado, muchos países han ignorado el consejo suministrado en las revisiones regulares del FMI.

Trichet dijo al periódico francés Le Monde que el G-20 había logrado avances en las reformas para hacer más sostenido el sistema financiero tras la crisis.

"Pero la pregunta más difícil sigue abierta: Europa, Estados Unidos, China, ¿están listos para modificar sus políticas macroeconómicas en el futuro, siguiendo el consejo del FMI y bajo presión de sus pares, por el bien común y la estabilidad económica mundial?", dijo.

Fuentes del G-7 dijeron a Reuters que había una renovada determinación a actuar para superar los desequilibrios globales debido a que la crisis había subrayado la interconexión del sistema financiero y destacado cómo una acción conjunta podría ser más efectiva.

(Reporte adicional de Anna Willard en París y Darren Ennis en Bruselas)


domingo, 20 de septiembre de 2009

La solución barata y efectiva del calentamiento global

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Por Bjørn Lomborg

END - 20:29 - 19/09/2009


COPENHAGUE

El calentamiento global implicará que más gente muera como consecuencia del calor. Habrá un aumento en los niveles del mar, más malaria, hambre y pobreza. La preocupación ha sido grande, pero la humanidad ha hecho muy poco para impedir realmente que se produzcan estos desenlaces. Las emisiones de carbono han seguido aumentando, a pesar de las repetidas promesas de recortes.

Todos tenemos la responsabilidad de asegurar que se frene el cambio climático. Recurrimos a los científicos del clima para que nos informen sobre el problema del calentamiento global. Ahora necesitamos recurrir a los economistas del clima para que nos iluminen sobre los beneficios, costos y posibles resultados de las diferentes respuestas a este desafío.

Los líderes mundiales se reúnen en Copenhague en diciembre para forjar un nuevo pacto para enfrentar el calentamiento global. ¿Deberían seguir adelante con los planes de hacer promesas de reducir las emisiones de carbono que son improbables de cumplir? ¿Deberían en cambio postergar las reducciones por 20 años? ¿Qué se podría lograr si se plantaran más árboles, se recortaran las emisiones de metano o se redujeran las emisiones de hollín negro? ¿Es sensato concentrarse en una solución tecnológica para el calentamiento? ¿O deberíamos adaptarnos a un mundo más cálido?
Gran parte del debate actual sobre las políticas climáticas sigue concentrándose en reducir el carbono, pero existen muchas maneras de reparar el clima global. Nuestras opciones tendrán diferentes resultados y diferentes costos.

La combinación óptima de soluciones creará el mayor impacto a cambio de la menor inversión. Un documento revolucionario de los economistas Eric Bickel y Lee Lane es uno de los primeros estudios -y ciertamente el más completo- de los costos y beneficios de la ingeniería climática. Manipular deliberadamente el clima de la Tierra parece algo ligado a la ciencia ficción. Pero John Holdren, en su rol de asesor científico del presidente Barack Obama, dijo que “hay que analizarlo” y muchos científicos prominentes coinciden con él.

Bickel y Lane ofrecen pruebas irrefutables de que una inversión mínima en ingeniería climática podría reducir tantos efectos del calentamiento global como los billones de dólares invertidos en reducciones de las emisiones de carbono.

La ingeniería climática tiene la ventaja de la celeridad. Existe un retraso significativo entre los recortes de carbono y cualquier baja de la temperatura -aún reducir a la mitad las emisiones globales para mediados de siglo apenas podría medirse para fin de siglo-. Hacer que la energía verde sea barata y generalizada también llevará mucho tiempo. Consideremos que la electrificación de la economía global sigue incompleta después de más de un siglo de esfuerzo.

Se han propuesto muchos métodos de ingeniería atmosférica. El manejo de la radiación solar parece ser uno de los más esperanzadores. Los gases atmosféricos de tipo invernadero permiten que pase la luz del sol pero absorben el calor e irradian parte de este calor hacia abajo, hacia la superficie de la Tierra. Si no cambia nada, las mayores concentraciones calentarán el planeta. El manejo de la radiación solar haría rebotar un poco de luz solar que volvería al espacio. El reflejo de apenas el 1-2% de la luz solar total que llega a la Tierra podría compensar tanto calentamiento como el causado si se duplicaran los niveles preindustriales de los gases de tipo invernadero.

Cuando hizo erupción el Monte Pinatubo en 1991, se bombearon alrededor de un millón de toneladas de dióxido de azufre a la atmósfera. El dióxido de azufre reaccionó con el agua y formó una capa brumosa que se propagó por todo el globo terráqueo y, al esparcir y absorber la luz solar entrante, enfrió la superficie de la Tierra durante casi dos años. Podríamos imitar este efecto a través de la inserción de aerosol estratosférico -esencialmente, lanzando material como dióxido de azufre u hollín a la atmósfera.

Otra estrategia prometedora es el blanqueamiento de las nubes marinas, por el cual se rocían gotitas de agua marina en las nubes marinas para hacer que reflejen más luz solar. Esto aumenta el proceso natural, donde la sal marina de los océanos proporciona vapor de agua con los núcleos de condensación de nubes.

Es extraordinario considerar que podríamos contrarrestar el calentamiento global de este siglo si 1.900 barcos no tripulados esparcieran rocío de agua marina en el aire para espesar las nubes. El costo total sería de aproximadamente 9.000 millones de dólares, y los beneficios que implica impedir que la temperatura aumente sumarían hasta unos 20 billones de dólares. Es el equivalente de obtener un beneficio de 2,000 dólares por cada dólar gastado.

Muchos de los riesgos de la ingeniería climática han sido sobreestimados. El blanqueamiento de las nubes marinas no derivaría en cambios atmosféricos permanentes, y se podría utilizar solamente cuando fuera necesario. Convertir agua marina en nubes es un proceso natural. El mayor desafío es la percepción pública. Muchos cabilderos ambientales se oponen incluso a investigar la ingeniería climática. Es asombroso, dados los múltiples beneficios. Si nos importara mucho evitar que suban las temperaturas, parece que deberíamos alegrarnos de que esta estrategia simple y costo-efectiva resulte tan prometedora.

La ingeniería climática podría seguir siendo una opción de respaldo en caso de necesidad. O podríamos incluirla en la agenda hoy. En cualquier caso, existe una razón imperiosa para su seria consideración. Estamos camino a ser la generación que desperdició décadas discutiendo sobre recortes de las emisiones de carbono y no logró frenar los efectos nocivos del calentamiento. Sería un legado vergonzoso -un legado que se podría evitar si se repensara la política climática.


Bjorn Lomborg es director del Centro del Consenso de Copenhague, autor de Cool It y The Skeptical Environmentalist y profesor adjunto en la Escuela de Negocios de Copenhague.


Copyright: Project Syndicate, 2009.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El "nuevo orden mundial": fin del dólar, impuesto global de CO2 y tasa Tobin

Tras el estallido de la crisis, los principales gobiernos abogan por un "nuevo orden". La ONU y el G-20 ya han desvelado su intención de reformar el sistema monetario, endurecer la regulación financiera, crear un impuesto sobre el CO2, el fin de los paraísos fiscales y aplicar la tasa Tobin.

14/09/2009
M. Llamas / L. Ramírez

El "nuevo orden mundial" va tomando color. Tras el estallido de la crisis crediticia a mediados de 2007, los principales líderes del planeta han insistido, una y otra vez, en la necesidad de avanzar hacia un "nuevo orden", sin especificar en qué consistirá la nueva estructura económica y financiera que pretenden imponer.

Sin embargo, los últimos informes de los organismos multilaterales por antonomasia desvelan algunas de las profundas reformas que, en la actualidad, están negociando las grandes potencias del planeta.

Dichas claves se pueden resumir en los siguientes puntos: reforma del sistema monetario y financiero, fin de los paraísos fiscales, nuevas figuras tributarias para gravar las emisiones de CO2, impuestos sobre el movimiento de capitales (tasa Tobin), y hasta un banco central mundial, cuya función ejercería el Fondo Monetario internacional (FMI).

Poco a poco, los gobiernos van desvelando sus planes para reformar el orden económico vigente. Así, al menos, consta en los últimos informes oficiales elaborados por los principales organismos multilaterales del planeta.

Así, la ONU propone reformar el sistema monetario internacional, un nuevo Bretton Woods para sustituir a la hegemonía del dólar. En un informe presentado durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), el organismo multilateral reconoce que el sistema monetario no funciona correctamente y, de hecho, ha sido el gran "responsable" de la actual crisis financiera.

Por ello, la ONU afirma que el papel del dólar como moneda de reserva mundial debe ser reconsiderado, tal y como vienen exigiendo Rusia, China y las principales economías emergentes del planeta.

Moneda artificial: las reservas son poder


De este modo, la institución aboga por la creación de un nuevo Bretton Woods, que deberá ser negociado entre los principales gobiernos, para establecer un nuevo sistema monetario que sustituya al actual. El objetivo es "sustituir el dólar por una moneda artificial". De hecho, la ONU incluso habla de la necesidad de contar con un banco central mundial, cuya función desempeñaría el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Precisamente, este lunes el rotativo británico Telegraph publica un análisis en el que revela los riesgos a los que se enfrenta el dólar por ser la divisa de referencia. En un mundo como el actual, de "inestabilidad sistémica", las reservas significan poder, ya que son un instrumento fundamental para defender la moneda, estabilizar el sistema financiero y la recuperación económica sin necesidad de emitir deuda o, directamente, imprimir billetes.

En este contexto, más de la mitad de las reservas chinas están denominadas en dólares. Por lo tanto, cuando el billete verde pierde valor, el gigante asiático también pierde fondos. Después de años de acumulación de déficits comerciales y presupuestarios, China no se fía de EEUU ni de su moneda y, por ello, es uno de los principales impulsores de este nuevo orden monetario.

La cuestión es tan vital que fue tratada en los pasillos de la pasada reunión del G-20, celebrada en Londres. Aunque oficialmente no se quiso hablar de la cuestión, el premier británico, Gordon Brown, tuvo que responder -a preguntas de periodistas- que, de momento, el dólar seguiría siendo la divisa de referencia.

Regulación financiera y "tasa Tobin"

A ello, su suma la intención de reformar el sistema financiero por completo. En este sentido, tanto EEUU como la UE ya han anunciado en varias ocasiones que trabajan en una nueva regulación más estricta para controlar a la banca, el mercado de derivados y los fondos de inversión (hedge funds), así como limitar el sueldo de los banqueros y altos ejecutivos.

Otra medida fiscal revolucionaria es la intención de implantar la polémica tasa Tobin. Alemania y Reino Unido estudian aplicar un impuesto sobre las transacciones financieras con el objeto de "acabar con la especulación a nivel global". No se trata de una propuesta aislada, ya que esta medida será tratada en la próxima reunión del G-20, que se celebrará a finales del presente mes en EEUU.

El "cambio climático" da dinero a los Estados

A estas dos reformas cruciales de la actual estructura económica, cabe añadir la intención de crear un nuevo modelo fiscal basado en los impuestos verdes. Con la excusa del cambio climático, las grandes potencias trabajan intensamente en poner en marcha nuevas figuras tributarias para gravar las emisiones de CO2.

En este sentido, la ONU habla de una nueva etapa en "la lucha contra el calentamiento global". A pesar de admitir que no existen datos "racionales" que lo justifiquen, las Naciones Unidas animan a todos los gobiernos a implantar "con energía" un impuesto que grave el carbono. En concreto, pide un impuesto mundial que grave el CO2. Una iniciativa que ya ha aprobado Francia y que, junto a Alemania y España, pretende extender a toda la UE.

"Lucha" contra los paraísos fiscales

Por último, otro de los cambios estratégicos observados en los últimos meses es la guerra contra los paraísos fiscales, con el objetivo de evitar la fuga de capitales ante el incremento de la presión fiscal que ya están aprobando múltiples países.

El "fin" de los paraísos fiscales, países donde inversores y empresas cuentan con una fiscalidad mucho más baja y atractiva, fue precisamente uno de los puntos clave acordado entre los países del G-20 en su última reunión. Desde entonces, la presión internacional sobre estos "refugios" tributarios no ha dejado de crecer. De hecho, países como Luxemburgo o Suiza ya se han plegado a las exigencias de transparencia financiera de las grandes potencias.

jueves, 10 de septiembre de 2009

La Iglesia Católica minimiza escándalos de abusos a niños y adolescentes por parte del clero.

Unas palabras que la Iglesia Católica no quiere recordar. Por Juan Arias



Una buena parte de la Iglesia católica, concretamente del clero, deja espantados y verdaderamente escandalizados a los fieles que aún creen en dicha confesión religiosa, debido al número cada día mayor de abusos a niños y adolescentes por parte del clero.


Nunca la palabra escándalo ha sido mejor usada. Y lo curioso es que esa palabra fue la usada hace más de 2.000 años por quien, según la Iglesia, fue su fundador y maestro, Jesús, el profeta de Nazareth. Y lo hizo para referirse a los abusos con los niños.

Los exégetas saben muy bien que es muy difícil decidir cuáles de las sentencias importantes que se ponen en boca de Jesús son de su autoría o fueron creadas o manipuladas por los evangelistas.

Suelen existir dos criterios para reconocer cuándo unas palabras pueden ser o no literales, pronunciadas tal cual por Jesús. El primero es que aparezca en más de uno de los Evangelios considerados inspirados por la Iglesia. Si aparece en más de dos, la credibilidad aumenta. Un segundo criterio es que se trate de una frase tan plástica y original, a veces tan compleja o grave, que difícilmente haya podido ser obra de la invención de un evangelista.

Pues bien, existe un texto enormemente fuerte y eficaz de los Evangelios que habla precisamente del escándalo de abusar de los niños. Jesús es tajante. Pide la pena de muerte para quien escandalice a un niño. ¿Y qué mayor escándalo para un niño que abusar de él sexualmente?

El texto aparece nada menos que en los tres Evangelios llamados sinópticos: Mateo 18: 5; Marcos 9: 42 y Lucas 9: 46. La Biblia de Jerusalén, traducida directamente del original, le pone como título al episodio en los tres Evangelios la palabra "escándalo".

En el Evangelio de Mateo, tras una discusión de los apóstoles sobre problemas de jerarquía, en la que le preguntan al maestro quién será el "mayor" en el Reino de los Cielos, Jesús desarma sus ambiciones, llama a un niño y les dice que si no cambian de mentalidad y no se hacen como los niños, "no entrarán en el nuevo Reino". Enseguida, Jesús se identifica él mismo con los niños: "Quién recibe a un niño como ése en mi nombre, a mí me recibe". Y enseguida pronuncia la gran sentencia: "Pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar" (Mt, 18,6 ss). Jesús continúa diciendo que en el mundo siempre habrá escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por quien el escándalo viene!

La imagen gráfica de la rueda de molino alrededor del cuello de quien escandalice a un niño, aparece exactamente igual en el Evangelio de Marcos y en el de Lucas, además de en el de Mateo. Lo que revela que debía de haber creado gran impacto entre los primeros cristianos y que no fue posible silenciarla.

La imagen que sugiere Jesús haría pensar que a quien escandaliza a un niño más le valdría suicidarse. Pero, los tres evangelistas hablan de pena de muerte. Son los otros quienes deben colgarle esa piedra de molino al cuello y arrojarle al mar. ¿Cabe pena más severa?

Ahora bien, ante todo lo que está ocurriendo en la Iglesia, donde se multiplican las noticias sobre escándalos y abusos cometidos contra niños por una parte del clero, tanto bajo como alto, me pregunto por qué el papa Benedicto XVI, los obispos, cardenales y prefectos de las congregaciones romanas, en vez de levantar discusiones bizantinas sobre si es peor la pederastia o el aborto, o intentar silenciar los escándalos, no han obligado a todos los párrocos del mundo a leer en las iglesias y en los seminarios y en las curias episcopales la terrible condena del manso profeta de Nazareth contra quien abusa de un niño y lo escandaliza.

Deberían repartir pancartas con esa frase lapidaria de los Evangelios. Que se trate de suicidio o de pena de muerte no importa. Lo que Jesús quiere decir es que ese individuo no merece seguir viviendo. ¿Les parece esto muy fuerte? ¿Pero no dicen que los Evangelios han sido inspirados por Dios?

Todo el resto es querer recoger agua en un tamiz, es tergiversar, engañar a los fieles sin tener el coraje de enfrentar a los culpables con las palabras de acero de Jesús. Para él el símbolo del niño y de la infancia es una metáfora de transformación, de nueva vida.

Al intelectual fariseo Nicodemo, Jesús le dice que tiene que volver a entrar en el vientre de su madre y renacer como niño para entrar en otra dimensión vital superior.

Todo atropello a un niño es un atropello a la vida misma, de ahí que quien lo comete no merezca, según Jesús, seguir viviendo.

Y, añade, si tu mano o tus pies o tus ojos se convierten en objeto de escándalo, y más si se escandaliza a un niño, es mejor automutilarse. Jesús pronuncia esas palabras inmediatamente después de la imagen de la rueda de molino.

Más de una vez me han preguntado si cuando yo estudiaba en un colegio de religiosos existían abusos con los adolescentes. No lo sé. Lo que recuerdo es que después de haber tomado una ducha con agua helada en pleno invierno en la gélida ciudad de Logroño, uno de los padres profesores obligaba a pasar uno por uno por su cuarto a los alumnos recién duchados para darles, desnudos, friegas de alcohol que según él "revigorizaban el cuerpo". Por la noche, antes de dormir, en la capilla, nos decían que la Virgen lloraba por nuestros "pecados solitarios". Los de ellos no eran pecados, eran simples masajes terapéuticos de alcohol.

La Iglesia sigue queriendo minimizar los abusos de menores que ha consumado su clero. De nada va a servir.

Lo quieran o no, la rueda de molino de la que hablan los evangelistas, colocada sobre el cuello de cada cura pederasta, seguirá siendo la condena inapelable de los ciudadanos y de la sociedad al gran escándalo de abusar de un menor del que ellos deberían ser los mejores guardianes y defensores.


Fuente: El País.com
Autor: Juan Arias, periodista, filólogo, escritor y exsacerdote español (1932-). Realizó estudios universitarios de teología, filosofía, psicología, filología y lenguas semíticas en la Universidad de Roma. Fue corresponsal de El País en Roma y el Vaticano durante 14 años, donde cubrió entre otros eventos el Concilio Vaticano II. Acompañó a Juan Pablo II por todo el globo, escribiendo la crónica de sus viajes. Es miembro del comité científico del Istituto Europeo di Design. Recibió la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito Civil por el conjunto de su obra como periodista y escritor. En 1985, fue galardonado con el Premio Castiglione di Sicilia al mejor corresponsal extranjero y el Premio a la Cultura del gobierno italiano. En su trabajo como filólogo, destaca su descubrimiento en la Biblioteca Vaticana el único códice existente escrito en el dialecto arameo que supuestamente habló Jesús de Nazaret, buscado desde hacía siglos.

domingo, 6 de septiembre de 2009

El ecumenismo no es un lujo sino un deber esencial de los cristianos

05/09/2009 15.45.56
Sábado, 5 sep (RV).- El presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, cardenal Walter Kasper, participó en el Congreso Internacional “Renovabis 2009” que concluye, este sábado, en la ciudad alemana de Freising, bajo el tema: Buscar la unidad- salvar la pluralidad. El diálogo ecuménico entre oriente y occidente

En su intervención, el prelado vaticinio afirmó que “el ecumenismo no es un lujo, que se suma a la normal actividad eclesial y pastoral, sino un deber esencial y actual de la iglesia y de todos los cristianos”.

La importancia del diálogo ecuménico y el futuro de Europa fue subrayada por el cardenal Kasper en su conferencia titulada “Europa respira con dos pulmones. El impacto de las Iglesias orientales sobre Europa” donde parte con la premisa que el cristianismo vino del Este, y en primer lugar, se formó y desarrollo en el Oriente de la Europa definiendo las bases de la común fe cristiana.

No obstante, el purpurado recordó que se trata de dos sistemas eclesiales, pues el Oriente y el Occidente acogieron el cristianismo en formas diferentes, que si bien condujeron a cismas y tensiones, comparten, todavía hoy una única imagen cristiana del hombre, la inalienabilidad de cada ser humano y su unión en una sola la familia, un solo pueblo y una sola humanidad.

El presidente del Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los Cristianos hablando de los pasos que se han dado hasta el momento para superar las divisiones afirmó que teniendo en cuenta que la iglesia católica y las Iglesias ortodoxas poseen en la ética y en la doctrina social las mismas ideas deben comprometerse en restituir a Europa su alma cristiana.

“La unidad de la Iglesia –concluyó el cardenal Kasper- no es un fin en sí mismo, sino un signo y un instrumento de unidad y de paz en el mundo. El servicio a la unidad de la Iglesia es también un servicio a la paz del mundo, en Europa y en cada pueblo”.

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