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viernes, 31 de julio de 2009

La agenda oculta de Israel: ¿Por qué es tan importante Jerusalén?


26/7/09

Dan Lieberman :: Con el fin del sueño sionista, la decadencia de los kibutz, las masacres de palestinos y la vulgarización del Holocausto, Israel necesita un nuevo símbolo de identidad

Tres inmensas piedras de granito reposan acomodadas en la parte alta de la Calle Midabar Sinai, en Givat Havatzim, el distrito situado más al norte de Jerusalén. Cortadas a medida, las imponentes piedras simbolizan diversos preparativos del Movimiento del Monte del Templo y la Fidelidad a la Tierra de Israel, que tienen como objetivo levantar un Tercer Templo sobre el Monte del Templo de Haram Al–Sharif. Ya que es el Culto Islámico quien posee y controla todas las propiedades en Haram Al-Sharif, ¿cómo es posible que esas piedras puedan ser trasladadas allí para construir un templo? No a través de medios legales, por supuesto.


Las piedras suponen una provocación pero el gobierno israelí se niega a quitarlas. Negligencia y pasividad han llevado a creer que una eventual reacción musulmana ante las crecientes provocaciones serviría de excusa a Israel para apoderarse del control total de la Cuenca Santa: las propiedades que Israel trata de incorporar a un Gran Jerusalén.


Durante décadas, las autoridades israelíes han hablado de un Jerusalén unido –apuntando una cualidad espiritual en su mensaje-, como si Israel quisiera ser la patria de las tres fes monoteístas para así ganar en solidez y estabilidad. Si llegara a establecerse una autoridad central, un Jerusalén unido ofrecería también la posibilidad de preservar una ancestral y común herencia.


Sin embargo, al subrayar la palabra “unido”, Israel oculta la ausencia de una narrativa histórica verificable de apoyo que refuerce su idea dominante de incorporar dentro de sus fronteras todo un Gran Jerusalén artificialmente creado. Además de un sinfín de contradicciones e inconsistencias, el ansia de Israel por crear un Gran Jerusalén bajo su total control es plenamente sospechosa. Tan intensiva concentración en un Jerusalén “unido” revela una agenda oculta que degrada la unificación religiosa de Jerusalén y fomenta la división, el odio y el enfrentamiento.


Examinemos la Cuenca Sagrada. La Cuenca Sagrada contiene instituciones y santos lugares musulmanes y cristianos bien señalados que desde hace milenios tienen su ubicación histórica. Aunque gentes de fe judía tuvieron mayor presencia en Jerusalén durante los siglos del Jerusalén Bíblico, representada por el gobierno del rey Hezekiah y el control de las dinastías hasmoneas, su dominio y presencia se vieron interrumpidos durante dos mil años.


Numerosas y extendidas crónicas han posibilitado que parezca que esos 2000 años de ausencia y falta de control nunca hubieran sucedido y que tan sólo hubiera transcurrido un breve tiempo desde los años de Hezekiah. En la “Ciudad Vieja” de la Jerusalén actual pueden encontrarse algunas moradas y baños rituales, pero muy pocos, si es que hay alguno, monumentos, edificios o instituciones judíos importantes del período bíblico. El tan a menudo citado Muro Occidental es el muro de apoyo de la plataforma de Herodes y no tiene relación directa alguna con el Segundo Templo. En Jerusalén no se ha encontrado resto alguno del Templo Judío, ni una sola piedra.


Según la escritora religiosa Karen Armstrom, los judíos de Jerusalén no rezaron ante el Muro Occidental hasta que los mamelucos les permitieron trasladar sus congregaciones desde un peligroso Monte de los Olivos, y es a partir del siglo XV cuando empezaron a orar a diario ante el Muro. Estima que puede que en esa época no hubiera más de 70 familias judías en Jerusalén. Una vez que los otomanos reemplazaron a los mamelucos, Suleiman el Magnífico emitió un edicto formal en el siglo XVI que permitía que los judíos tuvieran un lugar para rezar ante el Muro Occidental.


El único símbolo importante que queda de presencia judía en la Ciudad Santa de Jerusalén es el barrio judío, que Israel desalojó de árabes y volvió a construir en 1967. Durante sus operaciones de desalojo, Israel demolió el Barrio Baghribi, que estaba junto al Muro Occidental, destruyó la Mezquita Al-Buraq y la Tumba del Sheij Al-Afdhaliyah, desplazando a unas 175 familias árabes.


Aunque la población judía en siglos anteriores ocupó un gran segmento de la Ciudad Vieja (se estima que había 7.000 judíos a mediados del siglo XIX), los judíos fueron dejando gradualmente la Ciudad Vieja y emigraron a nuevas barriadas del Oeste de Jerusalén, quedando allí sólo unos 2.000 judíos. El control jordano tras la guerra de 1948 redujo el número a cero. En 2009, la población del barrio judío en la Ciudad Vieja ha crecido hasta 3.000 habitantes, el 9% de la población de la misma. Las poblaciones cristiana, armenia y musulmana son sus principales integrantes y sus barrios contienen casi todo el comercio de la Ciudad Vieja.


Tratando de vincular el antiguo Israel con la actual Jerusalén, las autoridades israelíes continúan adjudicando denominaciones falsas a los puntos de referencia de la Cuenca Sagrada, mientras proclaman que la falsificación se debe a los bizantinos. Los restos de la más temprana Torre del Rey David, por ejemplo, fueron construidos varios cientos de años después de la fecha en que la Biblia sitúa el reino de David. Ahora es un obvio minarete islámico. Los restos más tempranos de la Ciudadela del Rey David son del período hasmoneo (200 años a.C.). La ciudadela fue enteramente reconstruida por los otomanos entre 1537 y 1541.


La tumba del Rey David, que se encuentra en la Abadía de la Dormición, es un cenotafio cubierto por un paño (no hay restos) que honra al Rey David. El casco relacionado con David no es más que un huésped no verificado. Se considera que las Piscinas de Salomón, ubicadas en un pueblo cerca de Belén, forman parte de una construcción romana durante el reinado de Herodes el Grande. Las piscinas suministraban agua a un acueducto que llevaba el agua a Belén y Jerusalén. Está asumido que los Establos de Salomón, bajo el Monte del Templo, son unas criptas que el Rey Herodes construyó para ampliar la plataforma del Monte del Templo. La Tumba de Absalón es obviamente un edificio esculpido por los griegos y por tanto no puede ser la tumba del hijo de David.


La Ciudad de David contiene artefactos que datan de antes y durante la época de David. Sin embargo, algunos arqueólogos sostienen que su número es insuficiente para poder estar seguros de una presencia israelita, incluida la del Rey David, antes de finales del siglo nueve. En ningún caso, una presencia israelita podría haber aparecido en un asentamiento pequeño y sin fortificar.


El Parque Arqueológico de Jerusalén en el interior de la Ciudad Vieja, junto con el Centro de Reconstrucción Virtual y Exhibición Davidson, arrojan en realidad poca luz sobre la cuestión. El Centro Davidson contiene una exposición de monedas, de cuencos y vasijas de piedra de Jerusalén. El Parque Arqueológico en la Ciudad Vieja contiene entre otros muchos objetos, incluyendo estructuras de la época de Herodes, baños rituales, un suelo de un palacio omeya, una calzada romana, puertas otomanas y la fachada de lo que se ha denominado el Arco de Robinson, una entrada al parecer herodiana al Monte del Templo. Sin embargo, las exposiciones no muestran muchas, ni siquiera alguna, estructuras o instituciones antiguas hebreas de especial importancia.


Arqueólogos serios, tras examinar las excavaciones que han hallado fragmentos de cerámica y restos de edificios, han concluido también que los hallazgos arqueológicos no sostienen la historia bíblica de Jerusalén y su importancia durante las eras de un reinado judío único bajo David y Salomón.
Margaret Steiner, por ejemplo, en un artículo titulado: “No es ahí: la arqueología prueba una negativa”, en la revista Biblical Archaelogy Review de julio/agosto de 1998, afirma que “desde el siglo décimo antes de Cristo no hay pruebas arqueológicas de que en Jerusalén hayan vivido muchos pueblos, sólo que fue una especie de centro administrativo público… No tenemos nada que indique que ahí hubo una ciudad durante los supuestos reinos [de David y Salomón]… Parece improbable, por tanto, que esta Jerusalén fuera la capital de un gran estado, la Monarquía Unida, como aparece descrita en los textos bíblicos”.


Jerusalén Oeste es ya otra canción. Con la proliferación del bandidaje y las puertas de la Ciudad Vieja cerradas antes de que anocheciera, la población prefería vivir dentro de las puertas de la ciudad. Sin embargo, el rico filántropo Moses Montefiore quería atraer a la población judía a los nuevos alrededores y construyó la primera comunidad judía fuera de la Ciudad Vieja; las primeras casas de Yemin Moshe se completaron en 1860. Desde aquel momento en adelante, la presencia judía jugó un papel fundamental en la creación de Jerusalén Oeste.


Otras instituciones –las ortodoxas griegas, católicas, ortodoxas rusas y musulmanas- se atrevieron pronto a salir también y empezaron a poseer propiedades en el desarrollo de Jerusalén Oeste.


En 1948, una vez que el ejército israelí se apoderó del control de Jerusalén Oeste, el nuevo gobierno israelí confiscó allí todas propiedades pertenecientes a instituciones musulmanas. La razón que se dio fue que eso era “propiedad del enemigo”. Pocos musulmanes y ninguna mezquita quedan hoy en la zona.


Pero esto suponía una contradicción. Al atacar y limpiar étnicamente las comunidades árabes cristianas de Deir Yassin y Ein Kerem, las fuerzas israelíes definían a los palestinos cristianos como su enemigo. Sin embargo, Israel no confiscó las propiedades cristianas, muchas de las cuales son evidentes en Jerusalén Oeste. La Iglesia Ortodoxa Griega posee amplias propiedades en Jerusalén Oeste, muchas de las cuales están marcadas por su símbolo “T…”, interpretado como la palabra “sepulcro”.


Otra contradicción es que Israel ha cuidado el cementerio judío del Monte de los Olivos y lo ha ampliado como patrimonio cultural. Parte del famoso cementerio musulmán Mamilla en Jerusalén Oeste ha sido clasificado como propiedad refugiada y se están haciendo los preparativos para demolerlo y construir el nuevo Museo de la Tolerancia.


Jerusalén Este revela aún más contradicciones. La repetida advertencia de los dirigentes israelíes de que no es posible la coexistencia y que hay que separar a las comunidades judías y musulmanas se contradice con el deseo israelí de incorporar Jerusalén Este a Israel. Esa incorporación significaría aceptar en una parte del estado judío entre 160.000 y 225.000 palestinos.


¿Sería así? Mientras que las antiguas e históricas barriadas judías en Jerusalén Este han mantenido sus particularidades meticulosamente cuidadas, o se han ido reconstruyendo en su estilo original, las barriadas antiguas de Jerusalén Este han sido totalmente descuidadas (todo el Jerusalén Este árabe está abandonado) o destruido. ¿Cuánto deterioro y destrucción son capaces de aguantar los palestinos antes de decidir marcharse?


La construcción de casas judías en las barriadas del Jerusalén Este Árabe prosigue imparable su marcha, así como la destrucción de hogares árabes, a base de declararlos ilegalmente construidos o ilegalmente adquiridos. Sobre 44 dunums [44.000 metros cuadrados] de tierra confiscada de familias palestinas, una compañía privada ha construido la comunidad cerrada de Nof Zion, y ha separado convenientemente el palestino Yabal Al-Mukabir de otras partes de Jerusalén Este. Ningún árabe puede concursar. Los condominios, por valor de millones de dólares, se anuncian para inversores estadounidenses.


El Ministerio israelí del Interior ha aprobado un plan para demoler un jardín de infancia y el mercado para mayoristas situado en la barriada Wadi Yoz de Jerusalén Este para construir un nuevo hotel cercano a la Ciudad Vieja y al Museo Rockefeller. La consecuencia será la destrucción de una barriada árabe y su sustitución por intereses judíos, a los que un día se unirán otros intereses judíos más.


Esos son sólo dos ejemplos de un plan maestro para sustituir la presencia árabe de siglos de antigüedad en Jerusalén Este con una moderna presencia judía. La antigua presencia árabe se sigue subdividiendo cada vez más por el Muro de Separación que discurre a través del paisaje de Jerusalén Este, separándolo de Cisjordania, haciendo que sea imposible que un estado palestino pueda tener su capital en Jerusalén Este.


El plan maestro amplía los límites de Jerusalén para incluir el gran asentamiento (ciudad) israelí de Maale Adumim. Entre Maale Adumim y Jerusalén Este, Israel se propone construir el Corredor E1, que uniría los asentamientos formando un anillo y reforzaría la separación de Jerusalén Este de Cisjordania. El Corredor E1 dividirá el norte y el sur de Cisjordania e imposibilitará el tránsito directo entre la Belén palestina, que está al sur de E1, y la Ramala palestina, que está al norte de la E1. La construcción del Corredor E1, partes del cual son propiedad palestina, podría así impedir la formación de un estado palestino viable.


Si Israel está destruyendo el patrimonio cultural de Jerusalén y aplastando su significación espiritual, ¿por qué Israel quiere unificar Jerusalén?


Israel es físicamente un pequeño y nuevo país con una población codiciosa y grandes ambiciones. Necesita conseguir más prestigio y quiere que la consideren como un poder emergente en la escena mundial. Para conseguir esas cosas, Israel necesita una capital que inspire respeto, contenga tradiciones antiguas y sea reconocida como una de las ciudades importantes del mundo. Casi todas las naciones principales del planeta, desde Egipto a Alemania a Gran Bretaña tienen capitales que son grandes ciudades. Para conseguir sus objetivos, Israel quiere una Jerusalén descomunal que contenga la Ciudad Santa.


Sin embargo, eso no es todo. Jerusalén tiene un importante mercado turístico que podría ampliarse. Eso podría proporcionarle nuevas oportunidades comerciales y una vía de entrada en todo Oriente Medio. Una Jerusalén indivisible bajo control israelí supondría un buen montón de shekels.


Israel compite con Estados Unidos como centro del pueblo judío. Necesita un Jerusalén unificado para conseguir reconocimiento como la patria del judaísmo. Al controlar todos los lugares sagrados, Israel conseguiría la atención de los dirigentes musulmanes y cristianos. Esos dirigentes se verían forzados a hablar con Israel, y éste tendría ventaja a la hora de negociar en las disputas.


Todo lo que Israel consiga, será a costa de los palestinos. Incluso aunque Israel esté de acuerdo con el establecimiento de un estado palestino, dirigirá sus políticas a limitar la eficacia de ese estado. Ya que Jerusalén Este y sus lugares santos benefician en gran medida la economía palestina y aumentan la legitimidad palestina, Israel hará todo lo que pueda para impedir que se ceda Jerusalén Este al nuevo estado de Palestina. Un Jerusalén “indivisible” forma parte de ese esfuerzo.


Jerusalén Oeste sólo le proporciona a Israel una capital norte/sur. Un Jerusalén íntegro le daría a Israel una mirada a largo plazo hacia una capital este/oeste, o una capital centralizada para la tierra de las anteriores tribus judías bíblicas.


Los ideales sionistas socialistas y el movimiento cooperativo de los kibbutzim recibieron apoyo durante muchos años de gente idealista de todo el mundo. El equiparar a Israel con la tragedia del Holocausto extendió esa simpatía y apoyo. Con el fin del sueño sionista, la decadencia de la vida del kibutz y la vulgarización del Holocausto, Israel necesita un nuevo símbolo de identidad que pueda capturar la atención mundial.


Si es que Israel tiene algo que reivindicar sobre Jerusalén, esa reivindicación debería oírse y discutirse en un foro adecuado. Sin embargo, no es ese el proceso puesto en marcha. Al contrario, el gobierno israelí está utilizando procedimientos ilegales e ilegítimos, así como métodos falsos e hipócritas para cumplir a la fuerza su agenda. Israel no está defendiendo su postura sino empleando su poder para atropellar todas las consideraciones legales, morales e históricas.


En el Museo de la Ciudadela de David hay una inscripción: la tierra de Israel está en el centro del mundo y Jerusalén es el centro de la tierra de Israel.


Esta autoalabanza fue recogida recientemente en un café de Jerusalén Oeste durante una conversación que mantuve con varios israelíes. Un joven israelí que estaba sentado en la mesa intervino bruscamente en la conversación con las palabras: “El mundo mira a Jerusalén. Jerusalén es el centro del mundo y Jerusalén es la capital de Israel. Todo el mundo necesita a Jerusalén y por lo tanto tendrán que hablar con Israel”.


Esa es la razón por la que Israel necesita desesperadamente su Gran Jerusalén.


Dan Lieberman es editor de “Alternative Insight”, un boletín informativo que se publica de forma mensual en Internet.
Al Ahram Weekly. Enlace con texto original: http://weekly.ahram.org.eg/2009/956/special.htm. Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

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