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miércoles, 11 de marzo de 2009

El domingo

Este es un llamado a recuperar el domingo. Es una invitación a dejar de comprar éste día y hacerlo cualquier otro de la semana. Con ello veremos cerrar las puertas de los supermercados el último día de la semana y a sus trabajadores diferenciar bien una familia de la otra.
Para los cristianos el séptimo día lo utilizó Dios para descansar. Por ende, hay que dedicarlo a eso. Los sabatistas prefieren, naturalmente, el sábado. En otro tiempo, todas las empresas e industrias paraban el domingo y, con ello, se otorgaba a las familias la oportunidad para reunirse y, por ejemplo, comer junto a los abuelos, salir de día de campo o a la playa, ir al cine o de plano, quedarse en casa para leer un buen libro o las noticias en el periódico de edición dominical, que siempre trae suplementos y es menos monótono que el resto de la semana, etc. Sin embargo, desde hace algunos años, la gente ha comenzado a utilizar el domingo para otra cosa. En síntesis, podríamos decir que para complicarse la vida gratuitamente. Mucha gente, observo, destina el séptimo día para ir de compras, como si en domingo la cosa fuese a estar más tranquila. Lo malo es que toda la gente pensó lo mismo y es el día en el cuál casi no se puede circular dentro de los supermercados o tiendas de autoservicio. Y lo peor es que la gente no escarmienta. Vaya usted el domingo siguiente y lo mismo. Largas colas en las cajas, aglomeración variada en las revistas, serias dificultades de tránsito (de continuar así, con el tiempo será necesario poner semáforos dentro de la tiendas), fila en la panadería, etc. Y así sucesivamente ad infinitum. ¿Cómo es que nos han robado el domingo y lo hemos aceptado de lo más gustosos? El famoso liberalismo y la condenada globalización de la que muchos hablan y pocos leen tienen mucha responsabilidad en este caso. Nos han hecho creer que somos libres para consumir todos los días de la semana y, en especial, el día domingo. Las tiendas de autoservicio han obligado a sus trabajadores a descansar cualquier día de la semana menos el último, donde se sabe que hay mucho movimiento. Con ello, el trabajador difícilmente podrá disfrutar de un día con su familia. Porque descansar, por decir el miércoles, cuando los hijos van a la escuela y probablemente la mujer también trabaje, lo más seguro es que se traduzca en que se la pase solo, en casa, vagando sin compañía. Incluso es probable que se sienta culpable por estar descansando cuando todo mundo labora a su alrededor. Por éstas mismas razones, algunas empresas ya no se llaman empresas sino familias. Así tenemos, por citar algunos ejemplos, la familia Wal-Mart, la familia Televisa, la familia Coca-Cola, la familia Azteca, etc. Absurdo. Nos quieren hacer creer que esas y otras empresas son una especie de familia en la que el patrón viene fungiendo como el papá de todos sus empleados. Y que como en toda buena familia, los hijos deben trabajar duro para salir adelante y que el éxito les beneficia a todos. El único que gana es el patrón mientras el trabajador sigue “pelando el ajo” y no ve los beneficios por ninguna parte. Al menos eso concluyo después de preguntar por el salario a algunos trabajadores de Ley, Soriana y Wal-Mart. Entonces, este es un llamado a recuperar el domingo. Es una invitación a dejar de comprar éste día y hacerlo cualquier otro de la semana. Con ello veremos cerrar las puertas de los supermercados el último día de la semana y a sus trabajadores diferenciar bien una familia de la otra. Probablemente tengamos a gente más contenta, a niños más felices, a padres más responsables. Las empresas no perderán porque lo que vendían en domingo lo despacharán en otros días de la semana. En suma, puro beneficio. De esta manera recuperaremos bastante de la imagen que teníamos del día domingo. Y lo podremos dedicar a una buena lectura, a ver una película en casa, ir juntos al estadio; nos brindará la oportunidad de ver una ciudad tranquila para dar un paseo, ir al parque, hacer ejercicio. O de plano, si la flojera es mucha, para quedarnos dormidos hasta más tarde. Al fin que la ciudad descansa. Probablemente eso nos haga más humanos, más felices, mejores ciudadanos. Porque para ser mejores individuos, mejores ciudadanos, no sirven las invitaciones verbales a serlo, o las muchas teletones exitosas que se puedan llevar a cabo. La felicidad se construye en lo cotidiano, en el día a día. Decía un autor que él sería feliz si lo que ganara durante el día no hubiese sido resultado, en parte o en su totalidad, de haber pisoteado a alguien. Por cierto, se me ocurre que un mejor salario también podría ayudar.
NNC

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